"No cabe duda que el tiempo no pasa en balde." - pensó mientras se frotaba las manos doloridas hasta los huesos por el frío. Las piedras sobre la calle y esas construcciones que la flanqueaban le trajeron viejos tiempos a la cabeza. Imaginó incluso los cascos de los caballos y el crujir de las ruedas de carreta irrumpiendo entre el cantar de las aves y las primeras luces del día. Imaginó cómo habría sido.
Sin embargo, a su lado, oscuridad. No había luces, aves o carretas. Volteó hacia ambos lados de aquella calle. La visión era prácticamente la misma. El eco de sus pensamientos era su única compañía, así como el sonido de la hojarasca húmeda bajos sus pies helados a pesar de que traía puestos los más gruesos calcetines. Apresuró el paso un tanto angustiado de tan absoluto silencio.
Sacó el papel arrugado de la bolsa lateral del abrigo. "¡Carajo!"- Llovizna y luna nueva. Los faroles estaban todos apagados y aunque recordaba que el número acababa en uno no podía recordar los primeros dos, y aquella oscuridad y las marcas del papel no permitirían leer con claridad nada.
Volteba en su andar desesperado a ambas aceras tratando de reconocer la fachada ...
¡Ahí estaba! Cruzó la calle, el viejo hule sobre la banqueta la había delatado ante sus ojos. Tocó desesperado con manos y pies. Estaba exhausto...
Abrió la puerta tras haberse puesto algo encima para soportar el camino de la cama al portón.
Se congeló al verse de frente y tener que sostenerse para no caer al entrar. Pero sobre todo, al verse con ese papel en la mano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario