Tomaste mi alma sin aviso. Y no es queja sino que no me has dado el tiempo de morderte también. De arrancar un trozo de ti y saborearlo entre estos dientes que se afilan de sólo verte caminar, piernas largas que describen en silencio y a la perfección mi pérdida de cordura.
Tomaste la mitad de mi cielo y lo borraste para en su lugar dejar un sol nublado por tu ausencia. La misma que me mata paso a paso. La misma que no me ha dado tregua desde tu partida. Desde aquella madrugada en que la verdad me mordió como nunca lo había hecho.
Y es que el mundo no es tal si le faltas, si debe conformarse con tu ausencia...
No hay comentarios:
Publicar un comentario