septiembre 12, 2011

Escape

Las trémulas sombras dibujadas por una tímida vela, danzaban ya en torno al viejo escritorio de su mente.

¡¿Cuántas veces había servido a sus ideas?! No era capaz de recordarlo ahora, ... eran demasiadas.

Le escuchó hablar, lo vio llorar y derrumbarse para consolar finalmente al niño que vivía en su interior. Le acompañó en aquella helada mañana en que sólo el tibio recuerdo de un regazo impidió que se dejara. Lo vio de frente cuando no tuvo más remedio que ser el paciente escucha de delirios con olor a whisky y tabaco en el exilio. 

Clamó por él, habló por él, gritó por él en innumerables ocasiones. Dio vida a su risa, a su llanto. Fue su voz. No lo haría ya más.

Una ventizca sopló y al sentirla sobre su duro rostro e inertes ojos color verde, se detuvo un segundo a contemplar pensativo la boina blanca de lana que había olvidado sobre la cama a pesar del frío. "La echará de menos."- pensó.

Debía darse prisa, aprovechar ahora que no estaba, que no le veía. Acabar de colocar el cerrojo por dentro y escapar...

Sus manos de madera colocaron el último tornillo en su lugar, con cuidado cerró el candado y se aseguró de guardar la llave en la pequeña bolsa de su pequeño pantalón.

La maleta estaba asegurada. Como siempre, la gravedad cerró sus ojos al recostarse pero esta vez sonrió. Había escapado finalmente y él ....

Bueno, ... Él se había quedado encerrado en el mundo exterior.