Subió el deseo. Escaló la misma tapia que el dolor había cubierto con musgo y enredaderas que, poco a poco, habían humedecido y reblandecido su fortaleza. Tomó vestidos de otros tiempos y danzó.
No pudo evitar sonreír. Breve pero eterna, se dibujó en su memoria con gran detalle, aquel que sólo se logra imprimir a fuerza de tocarse y verse deliciosamente cerca por algún tiempo.
Descalza, se aproximó. Cerró sus ojos incrédulos con una mano y sacudió sus paredes y recintos con un solo beso.
En el fondo de sus ojos, su reflejo se despidió de él sonriendo como hacía tiempo no lo hacía.