Annarella, ...
No estarás sola un instante,
porque aunque me encontrase del otro lado del universo,
en el fondo de un abismo o enterrado en el desierto,
... ni eso te podrá hacer sentir que estoy distante.
No volverás a sentir dolor por mi,
porque el cielo nos cubre a ambos y no hay tormenta que nos pueda tocar, así.
Salvo que sea para danzar descalzos de la mano, para vernos a los ojos,
y como siempre reír.
No volverás a sentir angustia, mientras yo te tenga entre mis brazos y me sostengas con tus labios para ceñirme contra tu cadera.
Con el alma enaltecida, por una gracia divina ...
y el placer inmenso de saberme yo de ti.
No volverás a caminar sola en Zicatela, bajo el sol, sobre la arena;
pues andaré siempre a tu lado,
porque es nuestro refugio de un sabático soñado en sortilegios amarrados con pendientes anillados, como besos siempre dados,
algunos quizá recordados,
de vidas anteriores y las que deseo pasar sólo junto a ti.
Porque no soltaré tu mano aunque sea hecho pedazos
... pues tu andar siempre me devuelve a lo que fui,
al niño dolorido que se ubica en el cuenco de tus manos y te esperaba tan sólo quizá,
para volver a sonreír.
Y no volverás a dudar.
Porque desharé todo resabio, todo sueño inacabado
y dándole forma nueva lo moldearé con amor, para ti y para mi.
Entre calles de principios que no acaben sino en realidades,
que le griten a los vientos exclamando sonrientes y airosas …
que en ti y por ti viví.
No hay comentarios:
Publicar un comentario