noviembre 09, 2011

Tibieza

Ese maldito sonido fue el que lo empujó del sueño a la vigilia justo cuando estaba a punto de perderse entre sus muslos por tercera vez en esa noche... ¡Carajo!
 
 
Aunque sabía perfecto qué hora era, encendió la luz y miró su reloj de pulso. Casi las cinco. Hacía tiempo que el sueño había dejado de ser su compañero. Por algún motivo, el correr del tiempo parecía ser más acelerado. Más mordaz. Despiadado, quizá.
 
 
No pudo evitar darse cuenta de que apenas hace dos semanas, su padre le ponía una gorra para cubrirle del sol mientras pescaban en un yate sobre el esmeralda Caribe para después cubrir sus dedos con cinta adhesiva y protegerle así del tirón que darían los peces al morder. "Por qué papi?". "Porque el jalón te puede cortar"... Tenía cuatro años.
 
 
Lo peor es que tampoco pudo hacer de lado los zurcos en la piel de sus manos que denotaban algo. ¿Y el maldito calendario? Volteó a la rugosa y despintada pared de su cuerpo. ¿¡2011!? Las venas saltan ahora y dibujan ríos que antes no había visto. Las canas anuncian mucho más que una estación...

Abrió los ojos a los cuarenta y cayó en cuenta de sí mismo, de su mortalidad y esas dolencias ocultas con las que había aprendido a vivir. Los constantes piquetes debajo de las costillas, las piernas y las rodillas doloridas. La punzada ocasional y ahora recurrente en el lado izquierdo de la cabeza,...

Y es que comienza a oler a fugacidad, a partida. La conciencia es el verdugo del alma.

No podía apagar la alarma, su mano no alcanzaba a tocar el ... Intangible. Él. ¿O el reloj?

Apenas olía a pólvora. Sobre la madera del piso humeaba aún el ...

El rojo en la sábana crecía poco a poco escribiendo un nombre de mujer que aún alcanzó a pronunciar. Se observó una vez más y después, ... cerró la puerta tras de sí en el instante mismo en el que perdió la tibieza.



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