El viento cortaba sus facciones, las cincelaba poco a poco,… las solapas aunque alzadas, no alcanzaban a cubrirle el frío del todo y es que ya se había tardado en salir.
Con impaciencia volteaba a mirar su reloj una y otra vez.
Las luces de los autos se reflejaban en los charcos que habían quedado tras la lluvia de la noche previa mientras el murmullo de la ciudad aumentaba su volumen poco a poco.
La luz del cubo de escaleras se encendió finalmente. En la acera de enfrente, con los dientes apretados y las manos en las bolsas, dos ojos intentaban ansiosos descifrar las largas y amorfas sombras que se aproximaban a la puerta.
¿Es acaso que...? Si. Él primero, ella detrás. Media vuelta. Un beso …
El sol se puso en ese par de ojos esa madrugada.
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