Si indebidamente se analiza de una forma descontextualizada el quehacer gubernamental en nuestro país, tal pareciera que de una década a la fecha se cometen más errores o que éstos se notan más. La errónea percepción anterior sin embargo, tiene a mi parecer un origen por lo menos dual. Por un lado, el uso mediático que se da respecto de las noticias negativas y/o escandalosas al ser éstas las que más venden en sentido literal y las que más exaltan el interés del público al explotar de cierto modo la veta de morbo que en mayor o menor medida todos llevamos dentro. Por el otro, lo novedoso de la materia de la transparencia en nuestro país, con todo lo que ello implica, es decir, con sus side effects.
Efectivamente, la transparencia y la rendición de cuentas, elementos consustanciales a la democracia que en otras latitudes son una tradición implantada en el terreno de la política desde hace mucho tiempo, en nuestro país son un tema que no acaba de entrar. Es un tema con el que tanto ciudadanos como órganos de gobierno aún se relacionan con torpeza por su falta de experiencia en el mismo. Nada sorprendente resulta lo anterior si volteamos hacia atrás. Nuestro orden jurídico llegó tarde en esta materia como en la de los derechos humanos en los ochentas respecto de otras naciones con una fuerte tradición democrática institucionalizada. Gran parte de la explicación a estos rezagos normativos es de orden político. Sin incurrir en maniqueísmos indebidos en este espacio, podemos decir que elementos característicos de los gobiernos príistas del siglo pasado en los tres órdenes de gobierno lo fueron siempre el hermetismo y la opacidad en el ejercicio del poder. Elementos que "sumaban" o abonaban a preservar las dinámicas de gran discrecionalidad imperantes en ese México no tan lejano a nosotros pero del que parecemos no acordarnos hoy. Ese México de "partidas secretas", bacanales, despilfarros, de administrar la abundancia y de la renovación moral sin acciones de fondo, de complicidades activas y pasivas con el crimen organizado que son las que nos tienen en la lucha que hoy libramos por su "oportuna inacción" cuando era su deber actuar, de luchas contra las guerrillas y de muchos pero muchos desaparecidos aún ya bien entrados los ochentas.
Y es que en un sistema presidencialista a ultranza como el que tuvimos, corporativista all inclusive y en el que la jerarquía y la cadena de mando eran incuestionables empezando las mismas en la persona del Presidente en turno, eran evidentemente necesarios dichos hermetismo y opacidad para escapar, como durante largos años lo hicieron, al incómodo escrutinio público nacional e internacional. Recordemos que se trata del mismo sistema que generó oposiciones fantasmas para hacer el caldo gordo a sus estrategias y líderes. Sólo así era posible cuidar al partido hegemónico y a sus figuras, manteniéndoles tras bambalinas en los momentos álgidos. Haciendo concesiones graciosas cuando así le resultaba conveniente para preservarse.
Ahora, el debate se da entre los opositores que buscan volver a los Pinos a toda costa y un gobierno que a veces parece torpe en el manejo de la comunicación social. Los primeros, critican a toda costa con cierta comodidad un tanto cínica desde mi óptica, la que consideran tener al ser hoy oposición y saber que muchos de sus trapitos sucios guardados se quedarán sin ser expuestos. El segundo, me parece que no explota adecuadamente los grandes logros que ha habido en materia inflacionaria, recuperación de empleos, tasas de crecimiento, etc. Si lo pensamos adecuadamente errores siempre habrá. Sin embargo, actualmente hay mayores controles, pesos, contrapesos, incentivos y desincentivos que al estar normados, al menos reducen la discrecionalidad que imperaba. El acceso a la información garantizado a nivel constitucional es un músculo poderoso que tenemos los ciudadanos. Ejercer tal derecho implica responsabilidad y hasta madurez y conciencia. Siempre hay quien busca el negrito en el arroz y en política, lo anterior es una condición dada. La posibilidad de que los desaciertos existan no se elimina nunca al ser la actividad de gobierno una actividad humana pero ni todo es malo ni puede decirse que no haya habido grandes avances a nivel macroeconómico bajo los gobiernos panistas (que por cierto recibieron el país en lastimosa situación), los indicadores respectivos que si son más objetivos así lo acreditan.
No esperemos que la batalla cese entre los diversos grupos políticos pero entendamos que es parte de la normalidad democrática el escrutinio constante, el cuestionamiento. Aceptemos que la riqueza a fin de cuentas deriva del conflicto y aprendamos a canalizar este último por cauces pacíficos. No es válido criticar y atacar desde la comodidad de sentirse fuera de rango de tiro cuando la carreta que se viene arrastrando a cuestas no es precisamente la más aseada. No es que el compadre no la regara o fuera infalible y un pan de Dios con su esposa y familia, sino que cuidado y alguien hablara de ello; eso, por fortuna ha cambiado.
La anteposición de los intereses nacionales a los de partido o grupo es la única vía que capitalizará los avances y logros alcanzados para asegurar posiciones, analizar perspectivas y fijar rumbos de crecimiento. Nuevamente nos queda a los ciudadanos la tarea de escuchar con atención y decidir. No se trata de ocultar las cosas sino de poner el énfasis en lo positivo por vía de la razonabilidad. Se trata de creer en nosotros mismos y crecer.
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