La decisión que conforme a estricto derecho adoptó el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) en días recientes, en torno a la validez de la candidatura de uno de los personajes del panismo para ocupar la dirigencia de Acción Nacional abre una nueva posibilidad a la derecha mexicana. Posibilidad que debe sin embargo, fundarse no sólo en un acatamiento material irrestricto a lo dispuesto por el TEPJF en congruencia con una historia partidaria de democracia interna y aprecio por la legalidad, sino en una convicción profunda de miras muy altas que pueda usarse como el cemento que haya de dar unión y fuerza a la construcción de un porvenir, como sea que lo imagine el actual partido en el gobierno.
Las diferencias son un elemento dado en la arena política pero estará siempre en los actores la decisión de canalizar la energía en torno al conflicto hacia la construcción de acuerdos. Los partidos, instituciones políticas sin los que la democracia representativa moderna es inimaginable, son la vía para estructurar demandas ciudadanas y hacerlas llegar al ejercicio del poder público. Los partidos, nutren de esta forma la vida política nacional. La negociación y la transacción razonable son elementos sin los que no es dable sentarse a mesa alguna de discusión que pretenda ser fructífera.
Los argumentos deben subir su calidad, las propuestas ser contrastadas con el actuar de la gente y se debe exigir congruencia a los actores sin importar si es la derecha, el centro o la izquierda quien se ha de renovar. A fin de cuentas, 'hechos son amores y no buenas razones' y la ratificación o sanción de la confianza ciudadana a sus representantes ocurre de modo periódico (amén de los pocos incentivos de rendición de cuentas que tiene el sistema por el tema de la reelección).
La participación de todos los actores en la contienda por la dirigencia blanquiazul es válida como lo ha resuelto la única autoridad facultada para decidir sobre ello. El tema debe quedar superado en todo sentido y debe zanjarse toda diferencia que impida la cohesión que requiere esa corriente. El desagradable surgimiento de fuego amigo por medios informáticos no es algo que se pueda capitalizar en forma alguna o que genere buenas inercias, cuestiona por los motivos incorrectos y debilita en un mal momento.
En el marco del festejo del centenario de la Revolución Mexicana quizá valga la pena pensar en llevar al cabo otra, una revolución mental. Una revolución que arranque la venda de los ojos de una vez por todas a quienes pretenden obtener resultados diferentes pero no quieren abandonar la comodidad de su nicho de confort y hacen todo como siempre lo han venido haciendo. Una revolución personal que sea encabezada por cada hombre y cada mujer en su fuero interno y que conlleve honestidad, responsabilidad social y ejercicio de autocrítica. Una revolución que se replique en las nuevas generaciones para que no se cometan los mismos errores y se camine finalmente por nuevos senderos. Es momento de pensar en un futuro mucho más próspero para los nuestros pero ello implica sacrificio, tenacidad y trabajo hoy.
Quizá es tiempo de hacer las cosas de otro modo, de dar cabida a ideas renovadoras (que no renovadas) e imaginar un México joven, fuerte y moldearlo, darle vida en nuestras manos. Celebro por tanto, la decisión del TEPJF por las posibilidades que considero abre hoy para un replanteamiento de Acción Nacional, para repensar una corriente, pero también, para repensarnos todos quizá.
Marcos J. Perea Arellano
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