El pragmatismo como postura filosófica, en una de sus vertientes más serias representada por Rorty nos presenta una forma diversa de aproximarnos al fenómeno que denominamos verdad o realidad.
La verdad o realidad son así objetos carentes de una teoría filosóficamente interesante tras de sí. Para el pragmatismo, la verdad es simplemente una propiedad o característica que comparten todos los enunciados ciertos y no más; razón que implica necesariamente que hay poco, si es que hay algo que decir, respecto de tal propiedad o característica. Ejemplificando, desde la óptica pragmatista, el afirmar de un modo moral normativo un determinado enunciado como "bueno" y reconocer tal característica en similares enunciados, no implica la posibilidad de generalizar y obtener algo útil de la generalización de tal característica que afirmamos puesto que el hecho de afirmar determinado enunciado o la adquisición consciente de una creencia, es tan sólo una justificable y valiosa acción en ciertas circunstancias específicas.
En este escenario, la postura pragmatista plantea el desgaste del platonismo como modo de explicar las cosas al haber perdido su utilidad. Lo anterior, en nada implica que los pragmatistas cuenten con un nuevo conjunto de respuestas a las preguntas platónicas tradicionales sino que incluso van más allá; plantea la necesidad de abandonar tales cuestionamientos. Tampoco, el pragmatismo postula teoría alguna sobre la naturaleza de la realidad, el conocimiento o el hombre en la que no existan la verdad y el bien, razón por la que se le ha tachado a esta corriente de relativista y subjetivista. Se trata simple pero complejamente de un cambio de objeto de discusión. En "Consequences of Pragmatism" (Rorty, 1982) el autor compara tal postura y la expone como análoga a la que ocuparon los secularistas al urgir a las autoridades eclesiásticas a dejar la "investigación" respecto a la naturaleza y voluntad divinas. En el fondo, el cambio de paradigma consiste en un cambio de lenguaje. En el uso de un conjunto de herramientas diferentes para aproximarnos al terreno de lo social como algo que todos compartimos. Algo por tanto, respecto de lo que no es válido imponer posturas basadas en un presunto conocimiento no compartido pero adquirido por virtud de poseer capacidades especiales que permiten a unos cuantos elegidos ver, a diferencia de los comunes, escencias y rumbos a seguir.
El cambio radica en la generación de un lenguaje común que sea "verdadero" en la medida que funcione en nuestro contexto específico y sea compartido como resultado del debate de las ideas en condiciones de igualdad. Así, la actividad filosófica compleja por lo ambiguo de su objeto, se acerca un tanto a la poesía en tanto plantea mejores escenarios posibles que sólo podrán ver la luz en la medida que la solidaridad nos haga mirar hacia nosotros mismos, voltear a nuestros semejantes y no a la caverna inexpugnable en busca de escencias y verdades inmutables que contemplar.
Marcos J. Perea Arellano
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