El único verdugo real de la humanidad lo es como Nietzsche lo señaló, el tiempo. Los años implacablemente transcurren y se quedan en cada marca de cada gesto de cada rostro.
Y es que en el gozo de ver crecer a los hijos se encuentran resumidas las esperanzas que persiguen mil esfuerzos. Ha sido un año difícil pero sin duda siempre se puede estar en una situación más precaria y en lo personal debo agradecer a la vida por permitirme proveer a las necesidades de los míos. Sin embargo, como padre me preocupa el futuro de mis hijos y es que hay tareas pendientes e ideas en el tintero que deben salir de ahí, que deben tomar forma de empeño y de acto, la potencia es una mera idea. En menos de año y medio estaremos como país envueltos en la vorágine política de la renovación de poderes de la Unión.
La evaluación periódica o anual es una obligación razonable de quien pretende mejorar lo que ha hecho. Constituye un elemento sin el que no se puede comprender una planeación estratégica efectiva. Interiorizar el impacto de nuestros actos presentes en las generaciones venideras o en ciernes, es de igual modo una obligación histórica de cada generación en su paso por la vida. Es quizá la trascendencia misma o la forma de materializarla. No es necesario ser actor público, político afamado (con independencia de los motivos de la fama), senador, diputado, Presidente de la República o concesionario de algún medio masivo de comunicación, la responsabilidad ciudadana deviene de la Constitución y de las prerrogativas de las que se goza por ostentar tal carácter al amparo de las disposiciones legales aplicables. Es claro que no se trata de una obligación meramente formal que deba ser letra muerta al trasladarse al terreno de los hechos.
El voto no puede ser un mero trámite y su recuento un proceso aditivo formalista para adjudicar posiciones de conformidad con cierto procedimiento aunque desde un punto de vista estrictamente práctico eso sea.
El ejercicio del sufragio es un pronunciamiento político, implica posicionarse políticamente respecto de cuestiones que tienen que ver con el modo en el que nos relacionamos al interior de nuestro país como individuos y órganos y con las posiciones que se postularán y deberán defender en el ámbito internacional por los representantes nacionales ante los diversos organismos de derecho internacional. Pero dejemos el argumento, que de por sí es difícil plantear en términos que no suenen aspiracionales o idealistas, tan sólo a nivel nacional. Amén de las desigualdades existentes en materia de oportunidades de toda índole, evaluar es una tarea inherente al hombre, una condición y tarea precargada como software en el cerebro humano y producto de la capacidad pero también necesidad de adaptarse que nos ha llevado a poblar el planeta entero.
Es innegable que en tales condiciones, los mexicanos como todos, evaluamos y ejercemos decisiones. Sin cuestionar la validez de diversas posiciones que pudieren existir y susceptibles de ser argumentadas en términos razonables de frente a sus eventuales opositores ni la posibilidad de existencia de posiciones radicales que por constituir datos aberrantes estadísticamente hablando sacaré del modelo que pretendo exponer, parece al menos intuitivamente que debe haber algún método o ciertos elementos necesarios en una evaluación razonable de las opciones políticas existentes y uno de dichos elementos sostengo que debe ser el ejercicio de la memoria de largo plazo. Una generación generalmente se contabiliza en periodos de diez años y los cambios sociales no se dan en el corto plazo. Las situaciones contrarias a nuestras expectativas sin duda frustran en el hoy pero no deben ser desaliento para el mañana. Los oasis no existen en política, son meros espejismos. Sólo el trabajo continuo y arduo que predique en el ejemplo dado a los pequeños es lo que sembrará en ellos una actitud cívica diversa, es lo que producirá mejores ciudadanos, mejores mexicanos. Estadísticas van y vienen, tendenciosas, con agenda o sin ella. Las evaluaciones en diversos ámbitos sociales de nuestro país no han sido de lo mejor. ¿Motivo para criticar? Sin duda, pero con responsabilidad. Si se ha de ser flamígero en la acusación se debe ser transparente en el ejercicio del poder y en la rendición de cuentas. La pobreza extrema que se vive en regiones pauperizadas del Estado de México y Veracruz por ejemplo, bastiones tricolores por excelencia, es soslayada o cínicamente ignorada por la telenovela y el caciquismo respectivamente mientras gastan dinero en campañas personales a manos llenas.
Nadie aspira a una política setentera de mítines y acarreos corporativistas que a nadie beneficiaron, la forma de hacer proselitismo sin duda ha cambiado grandemente con la llegada e intensiva utilización de medios de información masiva y más recientemente con internet. El punto es quizá que la venta de un producto político fabricado como necesidad ad hoc por parte del Grupo Atlacomulco me recuerda a personajes siniestros y obscuros de la política mexicana de la segunda parte del siglo XX. Ese es el nivel de renovación que hay tras los tricolores. Renovación que pretende obviar las explicaciones pendientes que tendrían que dar ante la situación que cuando menos, toleraron los regímenes príistas por décadas y que pusieron a diversas plazas del país en manos de la delincuencia organizada. Con independencia de que posiblemente haya habido desaciertos, es pueril plantear que en diez años de presuntos desatinos que se le imputan a los gobiernos blanquiazules, la situación ha llegado a lo que hoy vivimos. Es ridículo, pero no por ello dejan de intentar cómodamente obviar tal discusión que me queda claro que en este punto ya no es relevante a futuro pero si un elemento de valoración que debe contemplarse al escuchar discursos maniqueos de quienes nada hicieron por detener la escalada de las bandas delincuenciales que hoy nos flagelan pero se pronuncian por repensar las estrategias en materia de combate al crimen organizado.
¿Repensar? ¿Cómo se repiensa eso sin implícitamente evaluar renunciar como Estado a la obligación fundamental del mismo y que es la salvaguarda de la integridad física y propiedad de los ciudadanos? ¿Cómo se repiensa el ejercicio de la facultad coercitiva con que cuenta el Estado para mantener la paz social? Es tanta su insistencia en ello que creo entender por qué. Posiblemente se trate de la recomendación que formulan con base en la experiencia propia, con base en la negligencia de la cómoda inacción, de la complicidad resultante de no hacer lo que se debía en el mejor de los casos y de participar de los frutos de lo ilícito en otros tantos pues es claro que no se llega hasta este sitio en dos décadas. ¿Será que el corporativismo tricolor de antaño que todo lo avasallaba fue capaz de aglutinar también a los peores grupos de delincuentes y mantenerlos aparentemente a raya?
Evaluar, ponderar. Se avecinan tiempos difíciles para la República como cierto personaje de Lucas diría. Tiempos de responsabilidad que debemos a los que hoy juegan en nuestros patios y jardines pero también a quien no vemos a diario pero no por ello padece menos marginación. Tiempos de decidir por nosotros y por nuestro futuro, de ver e imaginar que algún día quizá debamos explicar nuestros actos a los que han de llegar. ¿Cómo les diremos si fallamos que recién andadas dos cuadras por un nuevo sendero extrañamos la oscuridad de siempre y que su futuro no nos importó más que nuestro hoy?
Marcos Joel Perea Arellano
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