Actualmente, un tema central en materia de filosofía política y moral es el del pluralismo de valores. Y es que la realidad política sabemos que supera por mucho a la ficción y con ello surge un común denominador en la teoría política desde Weber, el desencanto. Desencanto que conduce a un pluralismo casi inversamente proporcional de cierta forma a lo profundo del primero en las sociedades modernas. Semejante postura y visión la encontramos en uno de los más relevantes pensadores políticos y morales del siglo XX. John Rawls al igual que Weber y Berlin (sólo hay que leer el título de su libro The Crooked Timber of Humanity"), me parece que desconfía tanto en A Theory of Justice como en Political Liberalism de la idea del bien común desde el momento en el que afirma que en la filosofía política, la labor de abstracción es puesta en movimiento por profundos conflictos (Rawls, 1996, Political Liberalism, p.44). Conflictos que se agravan sin duda en el contexto tan especial que tiene hoy en día lo que podríamos denominar quizá la cultura democrática moderna y las características que a ésta han dado en la última década sobre todo, los medios masivos de información y la incesante y vertiginosa tecnologización de las sociedades.
Rawls, parte así de la idea de la crisis generada por la Reforma y el desarrollo del Estado moderno y las ciencias, como conflictos que sirvieron de motor o mejor dicho quizá, detonadores de cambios profundos en la forma en que los individuos se coordinan en lo político tras el reconocimiento no sólo de los conflictos subyacentes en las sociedades, sino de la necesidad de avanzar a partir de ellos a formas diversas de relacionarse con el objeto de subyugar al miedo o desencanto que genera la idea del resultado en caso de no hacerlo. De ahí que Rawls pase del planteamiento teórico de un consenso social más amplio en A Theory of Justice a un consenso sólo en lo político en Political Liberalism al reconocer la existencia de esferas de las vidas individuales y colectivas que contienen a su vez, posiciones ontológicas irreconciliables, es decir, al reconocer el pluralismo de valores y principios.
La postura rawlsiana propone así una visión de lo que se podría, con fines explicativos y en ese sentido instrumentales, denominar "universo moral", como un lugar carente de un sentido objetivo inherente. El pluralismo se convierte así en un elemento dado que no puede ser sustraído por medio del razonamiento o desaparecido explicativamente. El pluralismo de valores sin embargo, no es sinónimo de relativismo y el uno no implica al otro pues el último no va al fondo que es la existencia y sobre todo, igual validez con que se pueden ponderar y que guardan los valores al ser unos puestos de frente a otros. Tal relación entre valores se debe a la falta de una medida objetiva que permita ordenar o jerarquizarlos y al hecho derivado del pluralismo de valores mismo y consistente en que no hay tal cosa como el bien común y que pueda servir como Bien para todo individuo y sociedad. En ese sentido, es de reconocerse que sin embargo, la mayoría de los teóricos que de algún modo se han ocupado de este tema reconocen la existencia de ciertos bienes básicos en el sentido de que deben formar razonablemente parte de toda vida humana y una legítima y gran variedad de bienes, culturas, religiones, preferencias sexuales o simplemente de propósitos que es válido perseguir o buscar, situación que contrasta con las teorías monistas que reducen todos los valores bajo la sombrilla de una escala o medida común o tratan de generar una jerarquía para ordenarlos.
La pluralidad de valores se presenta como el único camino existente y en un país como México, con la diversidad de etnias, lenguas, usos y costumbres, una necesidad. No hay un bien común ni un lugar cierto y único al que nos lleve lo que curiosamente llamamos progreso, quizá tan sólo somos una espiral cuyos puntos se mueven a su vez en espirales sin que la geometría tradicional pueda describir tales diseños, quizá se necesita teoría de fractales para aproximarse a ello, un lenguaje nuevo. Términos de una convivencia diversa en la que sin perseguir progresos impuestos y en la que nadie diga conocer el destino, caminemos en el rumbo que mejor nos convenga a cada quien respetando las mínimas reglas que nos permitan garantizar a todos precisamente eso.
La pluralidad de valores se presenta como el único camino existente y en un país como México, con la diversidad de etnias, lenguas, usos y costumbres, una necesidad. No hay un bien común ni un lugar cierto y único al que nos lleve lo que curiosamente llamamos progreso, quizá tan sólo somos una espiral cuyos puntos se mueven a su vez en espirales sin que la geometría tradicional pueda describir tales diseños, quizá se necesita teoría de fractales para aproximarse a ello, un lenguaje nuevo. Términos de una convivencia diversa en la que sin perseguir progresos impuestos y en la que nadie diga conocer el destino, caminemos en el rumbo que mejor nos convenga a cada quien respetando las mínimas reglas que nos permitan garantizar a todos precisamente eso.
Marcos Joel Perea Arellano
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