octubre 27, 2010

DE TRANSPARENCIA Y CORRUPCIÓN

¿Es el combate a la corrupción una obligación exclusiva del Estado y de los tres órdenes de gobierno? Es evidente que resulta fácil y tentador responder afirmativamente a tal interrogante. Sin embargo, tomar tal atajo nos lleva a senderos que también parecen poco claros y en nada responden o nos dotan de elementos para ubicarnos en el problema real.

La corrupción, percibida desde la óptica estrictamente ciudadana parece ser toda desviación de la normalidad institucional o de la función pública atribuíble a un servidor público y que se actualiza por virtud de privilegiar consideraciones particulares sobre las institucionales o colectivas con el fin de obtener un beneficio indebido o evitar un perjuicio debido. Tal concepción empero, es a todas luces parcial pues lo corrupto no se enquista o aloja exclusivamente en lo burocrático. Lejos de ello, las relaciones de corrupción son intrincadas y generalmente superan las esferas institucionales pues en muchas ocasiones también, se trata de ralaciones bi o plurilaterales en la que diversos actores se coordinan y alinean en sus acciones para la obtención de fines ilícitos.

La corrupción, su estado actual y la defensa de la sociedad ante tal flagelo resultan entonces temas compartidos en esta y en toda sociedad. No se pueden entender en su papel a las autoridades fiscalizadoras sin la contraparte ciudadana de la denuncia. De igual modo, poco productivo resulta tratar de enmendar acciones corruptas en ciudadanos formados cuando tal labor debe para ser efectiva, empezar desde la más tierna edad, en casa.
Impregnar la vida de los infantes de principios sólidos de respeto a la alteridad, a la propiedad ajena y a la justicia (por vago que resulte este último concepto en casos límite), es imperativo para cada familia pues es el niño que hace trampas hoy en sus juegos y se le permite, involuciona en el ciudadano que defrauda, miente y con su negligencia y desprecio por los demás hace daño a la sociedad en su conjunto, es el corrupto del mañana.
Cierto es que nuestro país por mucho dista de ser ejemplo de transparencia y ausencia de corrupción a nivel global. Cierto es también sin duda que las baterías del gobierno mexicano en este sexenio como nunca, han encarado la lucha contra la ilegalidad en todos los frentes posibles e incluso que en la más cruenta de sus trincheras han muerto muchos compatriotas. Cierto resulta igualmente afirmar que la tarea no está acabada por el lado del gobierno... ¿Pero no es igualmente cierto que la situación en que vivimos no la generó el gobierno solamente? ¿No es igualmente cierto que en nuestras trincheras personales a veces desdeñamos el orden y la legalidad por privilegiar soluciones más relajadas que nos acercan peligrosamente a fronteras de por sí poco claras entre lo debido y lo indebido? ¿No es cierto que manejamos a veces un doble discurso y una doble moral entre nuestro fuero interno y el público?
La lucha contra la corrupción requiere de cada mexicano, de su compromiso y responsabilidad; de cada conciencia, de cada voluntad y de cada denuncia. Requiere de todos y cada uno de nosotros mirando de frente, decididamente y de una vez por todas, al país que queremos para nuestros hijos.

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