No nos engañemos, la realidad política que vivimos es resultado de una serie de pactos como los que ocurren dentro y fuera de las instituciones polítcas formales de cualquier país. En los salones de sesiones pero también en lo guardado, en lo obscurito. Así es la política, comprende de algún modo todo el actuar humano.
Ahora es el PRI quien "acusa" indignado y desencajado la existencia de elecciones de Estado y acarreos y demás. Han cruzado el río y ahora perciben las cosas desde la orilla opuesta. No es más. Y es que una vez alcanzado el cargo, el partisanismo implica necesariamente tender la mano al compañero correligionario. Quizá ello parezca razonable aún al más idealista y romántico. El problema surge cuando dicha posición se confunde y se transforma en complicidad y encubrimiento. En ese momento se ha cruzado el umbral de la ilegalidad para entrar en un terreno del que no hay retorno porque los engranes del Estado no paran su curso. Se ha ingresado al terreno de la traición de una representación política de por sí desmejorada, pálida y con pocos medios para reanimarse en el marco del actual andamiaje institucional.
Cruzado dicho umbral ya no importa la adscripción, no hay distinción de colores o tendencias, se ha superado toda barrera de esa índole por preservar la congruencia del militante, del simpatizante; en realidad, para autopreservarse a costa de la propia institución que representan y de la que forman parte.
Las conductas cuya sanción hoy con dedos flamígeros reclaman algunos, son aquellas en las que una y otra vez incurren todos en mayor o menor medida. Unos se cuidan más, otros hasta para eso son negligentes. El cinismo insultante de negar lo evidente; se trate de videos o grabaciones, debe recordarnos que aunque no contamos con la figura de la reelección que tanto bien traería a este país amén de posturas infundadas; al menos tenemos una ocasión para sancionar de algún modo a quien no haya hecho su trabajo. Es de nosotros de quienes depende que la complicidad y el encubrimiento no se perpetúen con independencia de su origen y de filias y fobias personales. Seguir pensando que todo está bien me recuerda tanto a Brecht pues quizá nadie diga nada cuando vengan por nosotros.
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