De nueva cuenta en esa sala. Las caras vacías se sumergían detrás del bostezo de una mañana que se rehusaba a salir de entre las sábanas.
Caras vacías. Él, lleno de preguntas. El té helado refrescaba su boca.
Noche larga de andares igualmente largos. De tejados y lunas llenas.
Última llamada. Tomó su cuerpo y lo llevó al avión.
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