junio 01, 2011

Sinsentidos educativos

Me llamó poderosamente la atención escuchar el día de hoy en la radio al Secretario de Educación Pública, Alonso Lujambio, en una entrevista con el periodista Carlos Puig en torno al tema de la evaluación de los maestros. Y es que al ser cuestionado por el comunicador respecto de si las evaluaciones que se practiquen a los docentes, podrán también ser eventualmente utilizadas, bajo un esquema normado y al efecto aplicable, como evidencia de las deficiencias de los profesores con miras a justificar si fuera el caso,  una terminación de la relación laboral sin responsabilidad para el patrón, en este caso, la Secretaría de Educación Pública; ante tal interrogante, el secretario señaló como si fuera una verdad de perogrullo, que para que ello pudiera en un futuro (cuya lejanía jamás precisó) ser aplicado de tal forma, se requería "climatizar" la medida.

A lo que se refería, según continuó el secretario Lujambio, era a que primero se debía socializar e internalizar la medida entre el profesorado. Me pregunto... ¡¿Convencerlos?! Me parece un exceso de política pero también de desapego con una realidad educativa nacional que requiere una profunda transformación con independencia de los actores sindicales, políticos y los tiempos electorales. El trazado de las líneas y ejes educativos no puede seguir siendo presa de los cálculos partidistas porque son mexicanos, los futuros ciudadanos y fuerza de cambio y trabajo de este país quienes pagan el precio de tales acciones.

En la indecisión estamos sacrificando día a día a niños y jóvenes que pretenden en muchos casos, ser instruidos como dice el dicho, por un tuerto en un mundo de ciegos. Es claro que no hablo de la mayoría de los profesores que no sólo cumplen sus obligaciones sino que dan más de lo que quizá les sería exigible pero que lo hacen por el más hermoso motivo que puede tener quien instruye, la vocación.

Hablo de la desnaturalización misma de la medición, del sinsentido al que ingresarían los educandos si el sistema va a evaluar con fines socializadores y climatizadores pero sin consecuencia alguna para aquellos que reprueben las evaluaciones a las que en virtud de su labor deban someterse y acreditar. En tal proceso de climatización podría eternizarse frente a diversos grupos de estudiantes y generaciones antes de su salida definitiva, el mal profesor que no conoce las más mínimas reglas de gramática y ortografía siquiera. El daño me parece evidente como para jugar al laboratorio con un sector que ya no aguanta tales medidas si en verdad se quiere tomar en serio la educación y el futuro de México y si se pretende paliar, que no revertir, los efectos de tantos desatinos e indecisiones oficiales por un lado y lastres sindicales por el otro, para que a partir de una determinada generación de estudiantes produzcamos mejores ciudadanos del mundo. No olvidemos que los chinos, indios y brasileños tienen políticas educativas agresivas y demandantes, no pierden el tiempo en esta carrera y no nos van a esperar.

Y es que el enquistamiento de la óptica patrimonialista en el ejercicio del servicio público, sin duda encuentra más propicio para echar raíces el terreno de la mediocridad y la autocomplacencia de "haber llegado", de "tener algo seguro" o de "tener cuando menos una placita" (diminutivo de plaza); sobre todo, si el sistema y el marco normativo no genera los incentivos contrarios para revertir o al menos, modificar tal actitud, tal visión. No nos sorprenda que por ello, los profesores y directores de planteles en toda la República se conduzcan como auténticos señores feudales en sus instituciones educativas y que se sirvan de ellas para hacer negocios de toda índole o como medios para impulsar sus aspiraciones políticas sindicales, municipales o locales.

Me parece aterrador que se haga el esfuerzo de medir por medir y que así se diga implícitamente al hablar de climatizaciones previas que no se justifican. Lo que no se mide no se puede corregir y medir sin afanes correctivos me parece un sinsentido que en poco abona a la de por sí apática y reacia postura de muchos docentes. Me parece que es como jugar un juego que aparte, cuesta mucho en recursos públicos como para ser aplicado así, para climatizar primero y luego vamos viendo. Se trata de estudio y conocimiento señor secretario que se pide a los profesores dominar razonablemente si pretenden instruir; se sabe o no se sabe. Es el método que aplican los docentes y con el que crecimos y hemos jugado todos como alumnos y tan cuestionable como pueda parecer tiene una racionalidad detrás que incluso en el ámbito de la educación pública debe ser premisa y sustento de la misma, la constante generación y reproducción de conocimiento de calidad en el marco de la política educativa trazada en sus prinicpios desde la constitución y planteada en el plan nacional de desarrollo. Me parece aterrador porque no concibo que se siga postergando el mejoramiento de la calidad educativa de esta forma. Me hace pensar en un mundo absurdo en el que todos pretendemos, actuamos lo que en realidad debemos hacer. Me parece que hay mínimos de congruencia que se deben defender cuando menos con la palabra.

No sé, quizá es un problema mío pero creo que no me convencería la idea de tener que sentarme a platicar con alguno de mis hijos para decirle que puede actuarlo todo y que si falla por causas imputables a él en la escuela (o cualquier otra cosa) no importa porque es un juego, porque es "de mentiritas", que aún así pasará ileso al siguiente ciclo escolar (o etapa de su vida) porque en realidad se está climatizando y que lo puede seguir haciendo indefinidamente. Estoy plenamente convencido de que tras semejante plática no encontraría paz. Simplemente, no podría sacarme de la cabeza la idea de estar criando, alentando y consintiendo mediocres.


Marcos Joel Perea Arellano


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