Y es que el peso del cansancio no era suficiente para hacerle querer caer sin abrazarla una vez más.
Sin recorrer su recuerdo y dibujarlo con un dedo en el aire...
Una vez más.
Y es que en la vigilia, la consciencia de su inconsciencia no dejaba de hacerle sonreír.
De mojarle, de cubrirle y quemarlo.
Cuántas veces le ha besado ya, aunque ella, ni siquiera lo sospeche ...
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